El valor del rol de las personas cuidadoras frente al envejecimiento y la digitalización

Pilar Rodríguez, Directora de la Unidad Operativa Sociosanitaria del Grupo ABD y Adjunta a Gerencia, redacta un artículo para el diario Social.cat.

El envejecimiento de la población y la acelerada digitalización son dos grandes retos del siglo XXI. Para evitar la exclusión de las personas mayores afectadas por la brecha digital, es necesario adoptar acciones concretas y adaptar los sistemas de bienestar a los nuevos paradigmas.

Es esencial crear un ecosistema de cocreación con la ciudadanía, empresas tecnológicas, universidades, tercer sector, administraciones y servicios sociales. Esto permitirá aprovechar oportunidades, reducir desigualdades y evitar la formación de guetos analógicos frente a las generaciones digitales.

De lo contrario, no podemos dar la espalda a un futuro conectado, donde el papel de las 5G y la creciente concurrencia de la IA (inteligencia artificial), la conectividad y la sostenibilidad, cada vez tienen más protagonismo y resultan imprescindibles para realizar acciones de nuestra vida cotidiana. La gran duda que nos planteamos es, ¿qué ocurre con todas aquellas personas que no hacen uso de la tecnología o no pueden acceder?

La falta de capacitación digital de estas personas mayores limita su presencia y participación en nuestra sociedad y, por tanto, su bienestar y calidad de vida. Es, en este punto, donde el rol del cuidador o cuidadora, tanto profesional como no profesional, de personas mayores, personas en situación de dependencia, con discapacidad, problemáticas de salud mental o salud en general, se vuelve crucial como facilitadores naturales para apoyar el acceso y el uso de las nuevas tecnologías. Es decir, puede convertirse en un nexo entre la misma persona mayor y el mundo digital en el que nos encontramos.

Un estudio reciente, como base de todos los estudios que llevamos a cabo desde el Grupo ABD, nos ha permitido conocer una realidad social existente, y obtener la evidencia para su posterior transformación en términos de mejora de la calidad de vida de las personas, hacía conocer el grado de brecha digital o no de los cuidadores y cuidadoras profesionales y no profesionales de personas mayores, personas en situación de dependencia.

Siendo las cuidadoras y cuidadores principales, tanto las no profesionales como las profesionales, las personas que más tiempo pasan con ellos y ellas, nos preguntábamos si a su vez sería la brecha digital de estas personas cuidadoras la potencial explicación de que no se esté produciendo este traspaso digital a las personas receptoras de sus cuidados. El estudio ha reflejado que el 81% de las cuidadoras y cuidadores no ayudan explícitamente a las personas mayores cuidadas en nuevas tecnologías. El nivel socioeconómico es otro factor determinante al hablar de brecha digital, pero en este caso más de uso que de acceso.

Cuando hablamos de la brecha de acceso es necesario tener en cuenta la dotación digital, puesto que una amplia mayoría de cuidadores o cuidadoras cuenta con este equipamiento digital. Un 23% de las personas cuidadoras disponen únicamente de un móvil de pantalla táctil (teléfono inteligente) y el 71% dispone, además de este smartphone, de uno o más dispositivos, como una tableta, ordenadores portátiles, entre otros.

Respecto a la brecha de uso (las competencias digitales, uso real, aprovechamiento, frecuencia por fines de utilización…), se encuentra menos superada y algo más extendida que la de acceso, pero sigue sin situarse, de forma general, en un problema definitorio del colectivo de cuidadores y cuidadoras de personas mayores. Estamos largos períodos de tiempo con el teléfono móvil, prácticamente un 57,5% de la muestra lo hace más de dos horas al día, cada día, y en torno al 33,5% lo sigue haciendo también a diario, pero entre media hora y dos horas al día.

Además, el 94% de los cuidadores y cuidadoras se otorga una puntuación satisfactoria sobre la autopercepción que tienen del uso de las tecnologías, mientras que esto contrarresta en cuanto a no tener las competencias necesarias para realizar determinadas gestiones.

En definitiva, sigue habiendo múltiples desafíos cuando hablamos de la dimensión digital y cómo esta debe ser adaptada (entornos digitales inclusivos) a las necesidades y demandas de las personas, teniendo en cuenta sus derechos, su heterogeneidad, y siempre con el fin de mejorar su bienestar, e ir a la acción para mejorar la tan llamada atención personalizada de los ciudadanos y atención.

Noticias relacionadas

¿Quieres conocer más historias solidarias?

Suscríbete y recibirás por correo electrónico nuestras acciones para defender los derechos de las personas en situación de vulnerabilidad.

© 2025 ABD Asociación Bienestar y Desarrollo · Todos los derechos reservados · Canal compliance · Condiciones de la donación · Aviso legal · Política de privacidad · Cookies · Cambiar las preferencias de cookies

Haz tu donación