"En el SAIER atendemos a las personas en uno de los momentos más frágiles: llegan cansadas de un proceso migratorio muy largo o acaban de bajar del avión con las maletas"

Vanessa Vidal es la directora del Servicio de primera acogida, orientación psicológica, retorno voluntario, protección internacional y de traducción intercultural del Servicio de Atención a personas Inmigrantes, Emigrantes y Refugiadas (SAIER) de Barcelona, un programa municipal del Ayuntamiento de Barcelona gestionado por varias entidades, entre ellas la Asociación Bienestar y Desarrollo ABD. Hace poco más de dos semanas este servicio celebró sus treinta años de vida, y es por eso que hemos hablado con Vidal, que hace doce años que trabaja aquí. «Fue mi primera experiencia laboral como trabajadora social», explica, y ha pasado por todas las posiciones: desde informadora hasta coordinadora y, ahora, directora.

Al ser preguntada por su motivación, Vidal explica que la diversidad es lo que le atrae del servicio, «los retos de tenerte que comunicar, entenderte, de conocer otras realidades diferentes y al mismo tiempo bastante parecidas a las nuestras, es lo que me apasiona». Además, la migración es muy cambiante, «lo que pasa en el mundo tiene un impacto en la ciudad de Barcelona».

 

En el SAIER hay distintos servicios, y uno de ellos es el de primera acogida para las personas que llegan, que es el que diriges tú y gestiona ABD.

Sí, el SAIER es un servicio complejo, porque es municipal. Y ABD de lo que se encarga es de ser la puerta de entrada, de ser el front office que atiende en primera instancia a las personas usuarias, migrantes, solicitantes de asilo. Lo que hacemos es canalizar estas demandas a los servicios especializados que hay dentro del SAIER, los abogados, psicólogos, trabajadores sociales. Y desde esta posición transversal hemos ido asumiendo nuevos servicios también transversales. Gestionamos el servicio de intérpretes y traductores, llevamos la coordinación de los procedimientos de atención a las personas refugiadas que implican muchas entidades, y el programa municipal de atención a las personas solicitantes de asilo, que es un servicio muy nuevo. Además, llevamos los trámites de administración, y en el equipo hay una psicóloga y una técnica especializada en retorno voluntario para cubrir estas necesidades.

 

El hecho de ser la puerta de entrada os da la perspectiva que os permite ver qué carencias hay o qué posibles mejoras se pueden aplicar para atender mejor a las personas que llegan?

Tenemos una visión de conjunto: sería la coordinación de las entidades y la visión global de qué servicios nuevos se necesitan para podernos adaptar a las nuevas realidades. Atendemos a las personas en uno de los momentos más frágiles. Muchas personas llegan cansadas ​​de un proceso migratorio muy largo, otras acaban de bajar del avión con las maletas. Nos dedicamos a atenderlas en ese primer momento. Todos/as llegan con unas expectativas de cómo será la sociedad de aquí, como será su vida, pero con mucho desconocimiento de los pasos que deben dar, qué deben hacer. Y con muchas ilusiones. Los atendemos en un momento en que los tenemos que informar, debemos clarificar las dudas y tenemos que ajustar lo que ellos/as esperan a la realidad de lo que hay ahora mismo en Barcelona. Muchas veces hay que anunciarles la falta de recursos sociales. Y es muy duro en este sentido. Hay muchas personas que se han gastado todos los ahorros de la familia para llegar aquí. Hay muchas situaciones de precariedad, y hay quien llega con lo que lleva en la maleta, sin nada más.

 

«Atendemos a las personas en uno de los momentos más frágiles. Muchos llegan cansados de un proceso migratorio muy largo, otros acaban de bajar del avión con las maletas»

 

¿Qué representa que un servicio como éste lleve ya 30 años de vida?

Para nosotros significa haber consolidado una experiencia que en otras ciudades europeas ni siquiera existe. Nos hemos dado cuenta de que es un servicio pionero, que lleva muchos años de trayectoria en atención a diversos fenómenos migratorios. En muchos lugares de Europa sí atienden a personas migrantes regulares, pero no a las irregulares. En cambio en la ciudad de Barcelona desde el primer momento se ha atendido a todo el mundo. Han pasado muchos gobiernos diferentes y este servicio se ha mantenido, por suerte. Ha habido la voluntad política, independientemente del color de cada uno, de darle una continuidad, dar una primera acogida y una normalización de la atención a la población de diferentes orígenes. Llegar a los 30 años ha sido muy importante, a pesar de la crisis. ¡Y lo que nos espera!

 

«Es un servicio pionero. En muchos lugares de Europa sí atienden a personas migrantes regulares, pero no a las irregulares. En cambio en la ciudad de Barcelona desde el primer momento se ha dado a todo el mundo»

 

Los flujos migratorios cambian muchísimo. Hace cuatro años se empezaba a decir que tal vez ya no era necesaria una atención de primera acogida, y nos adaptamos para acompañar más a lo largo del proceso de asentamiento de las familias. Pero dos años atrás volvió a cambiar. El perfil, ahora, es radicalmente diferente por la llegada de muchas personas refugiadas -el 40% de personas que atendemos son solicitantes de asilo cuando antes no llegaban ni al 5% -. Así pues, nos hemos dado cuenta de que teníamos que readaptarnos a las diferentes realidades de la migración. Vemos que constantemente habrá cambios, que es cíclico, que la migración no dejará de venir, pero las formas pueden llegar a ser muy variadas. Por lo tanto es necesario un servicio que lo pueda atender y que se pueda adaptar lo antes posible a las nuevas necesidades.

 

Sobre la inmigración… Es cierto que ahora hay más concienciación. Pero hace diez años la idea era muy diferente, no?

A los profesionales que trabajamos en el SAIER o en inmigración en general nos sorprende. El 2005 con la regularización extraordinaria del Gobierno de Zapatero, se supone que ya había muchas personas migrantes viviendo aquí, en situación irregular, y buscando maneras de regularizarse y establecerse. De esto hace más de diez años, estas personas ya se han reagrupado, nacionalizado, ya vivimos con la segunda o tercera generación de muchos colectivos! Y siguen llegando muchas otras personas. El problema es que aún lo vivimos como algo muy nuevo. Lo que hemos notado este año, que ha habido una llegada muy notable de personas refugiadas, es que los servicios públicos de la ciudad se cuestionaban: «¿Los debemos atender nosotros? ¿No existe el SAIER, un servicio especializado? ¿Los debemos atender desde los servicios normalizados de territorio?». Pues yo digo claro, son personas migradas pero son ciudadanos. Nos encontramos que aún tenemos que hacer pedagogía o sensibilización en este sentido.

 

«El problema es que aún vivimos la migración como algo muy nuevo»

 

¿Ha cambiado el perfil de las personas migradas?

El cambio más significativo es que principalmente atendíamos hombres y mujeres solas con un proyecto de migración económica. Y lo que nos hemos encontrado es que por las crisis que ha habido en el mundo -la de Siria fue la más mediática pero no la que más ha impactado a la ciudad de Barcelona- ha hecho que muchas familias enteras se hayan planteado migrar . Esto lo hace todo más complejo en cuanto a la acogida.

 

 

Ante estos cambios y pese a que su función sea la de redirigir, ¿cómo gestionáis que no haya recursos para atender a las familias?

Ahora debemos acompañar no sólo en el ajuste de las expectativas, sino que todos los compañeros y compañeras que están en primera línea son quienes les han de comunicar que no hay una alternativa habitacional, por ejemplo. Por lo tanto se les debe decir que en algunos casos deberán estar en situación de calle hasta que puedan encontrar alguna plaza en un albergue o pensión a personas y familias en situación muy vulnerable. Lo que intentamos cambiar, ya que no los podemos ayudar con el alojamiento, es a reformular las cosas y echarles un cable para que su día a día sea más útil, darles información sobre a qué servicios se pueden vincular para poder mejorar su situación, y encontrar contactos. Esto, sin la vivienda, es muy complicado. Pero sí se pueden hacer cosas. Esto implica un gran impacto emocional para quien está atendiendo directamente.

 

¿A cuántas personas atendéis diariamente? ¿Cuál ha sido la tendencia en los últimos diez años?

Hemos notado que en los años de la crisis dejó de venir gente a España, por lo tanto los números fueron a la baja. Pero a partir del 2012 o 2013 volvemos a estar en crecimiento. Si antes atendíamos a unas 1.200 personas al mes, este año pasado 2018 hemos atendido de 1900 a 2100 personas. Son muchas. Y el impacto que ha tenido el refugio ha sido muy grande. Casi cada año hemos doblado el número. Hemos tenido que poner un límite máximo de personas a las que podemos atender, porque perdíamos la capacidad de dar una respuesta mínimamente adecuada. Lo que hemos encontrado es que a pesar de atender tantas personas, dejábamos sin atender unas 1000 o 1500 más. Hemos tenido un incremento de personal y la Administración y ABD nos han dotado de más recursos, pero no es suficiente.

 

«Nos hemos encontrado con que a pesar de atender a más de dos mil personas al mes, dejábamos sin atender a unas 1000 o 1500 más»

 

En el día a día del trabajo, has vivido muchas situaciones y has conocido muchas personas. ¿Recuerdas alguna historia, persona, anécdota que te haya quedado grabada?

Las personas que más me marcan seguramente son las que he seguido más a lo largo del tiempo o que han tenido una resolución positiva, que también las hay. Tuvimos un caso de un señor de la India, que lo conocemos desde que llegó y pasó un proceso muy largo de regularización. Hubo un momento en que perdió la situación regular y al cabo de un tiempo pudimos hacer el retorno voluntario a su país de origen. Ya era mayor, vivimos todo el proceso de reencuentro con su familia de allí, con sus hijos que los dejó muy pequeños y ahora ya tenían su propia familia. El cambio de todo el ciclo vital. Estas historias te marcan, porque ves la posibilidad de resiliencia que llegan a tener las personas, que no le damos suficiente valor, pero vienen con muchas ganas de hacerse una vida mejor, de implicarse, de aportar, de ayudar a otros compatriotas que están pasando por la misma situación. Y es algo que no se ve de la inmigración, las capacidades y la resiliencia.

 

¿Cómo valoras el discurso que a menudo se difunde a través de la política o de los medios de comunicación donde se muestra a las personas migrantes como una amenaza, con los tópicos como que nos vienen a robar el trabajo?

Es muy perverso este discurso que hacen de la inmigración. Especialmente en España siempre colocan a las personas migrantes en los peores nichos del mercado laboral, tienen los empleos peor calificados, los que no quiere nadie. Entonces los vemos como amenaza cuando no somos capaces de aprovechar los estudios que llevan, la experiencia del país de origen. Si no tenemos esto en cuenta, acabamos perdiendo todos.

 

«Me imagino el SAIER dentro de treinta años como un servicio muy adaptable, con muchos más profesionales especializados y que pueda dar respuesta a todo lo que necesita una persona que acaba de llegar»

 

Como decías, el fenómeno migratorio está en constante cambio. Y ahora que el SAIER ha cumplido 30 años, como te lo imaginas dentro de 30 años?

Uy, no sé. Estamos en un momento de impasse. Por un lado nos encontramos con la necesidad de tener un servicio integral, muy amplio. Ahora tenemos dos espacios y este año seremos tres. Tenemos la necesidad de integralidad para poder dar respuesta a todo lo que necesita una persona recién llegada. Y por otro lado, una mayor relación con los barrios y el territorio. Que sea integral pero también mucho más distribuido y mucho más en red con otros recursos de la ciudad. Una persona es migrante, pero también es mujer o padre/madre. Me lo imagino como un servicio muy adaptable, con muchos más profesionales especializados, cada vez requerimos perfiles profesionales con más competencias. No sé cómo estaremos dentro de 30 años, dependerá mucho de cómo evolucione la ciudad.

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